Come into my world...
Cosas extrañas pasan cuando el ego de
los hombres que gustan de otros hombres entra en la ecuación…
La aventura comienza…
Estoy en la Green Hill Zone Reloaded con Sr.
Indeciso y Blandi. Estamos
esperando que llegue Sr. Intenso,
aunque sabemos en el fondo que ya no irá. De repente el humor de todos cambia.
Mientras Blandi quiere pasar coleto
con su trasero on the dancefloor, Sr. Indeciso comienza a estar de mal
humor y yo empiezo a preguntarme si ese es el inicio del fin. Mientras pienso
eso, aclarándome a mí mismo que es algo completamente absurdo, comienzo a darme
cuenta del impacto que han tenido los últimos acontecimientos de las vidas de
mis amigos en mí.
Comienzo a sentirme inseguro.
Mientras lo veo por allí bailando sin ganas, comienzo a imaginar una historia paralela.
Una en la que al día siguiente me dice que se acabó, pero la imaginación llega
hasta ahí… No logro saber cómo me sentiré si es que eso llegara pasar, tanto en
la historia o en la vida real.
Luego llega Kid Icarus y comienza a bailar con Sr. Indeciso y yo no hago nada. “Las personas no nos pertenecen”
pienso. En la historia paralela que se desarrolla en mi cabeza decido que es
mejor irme a acostumbrando a ello.
— ¿Quieres un trago? —me pregunta.
—Seguro.
— ¿Puedes ir a buscarlo?
Siento como una especie de
indignación extraña, pero luego me apego a la historia que se desarrolla en mi
cabeza y voy por el trago, eso sí, ni idea con qué cara.
Mientras estoy en la barra pensando
que el bartender es lindo, llega de
nuevo Sr. Indeciso-
—No sé que tengo —dice—, pero ya se
me va a pasar.
Y yo sonrío. La historia queda en
pausa y el bartender desaparece tras
los tragos.
Daños colaterales
Una vez tuve un problema por algo que
escribí. Luego tuve otro problema, y después otro más. Pero aunque los
problemas eran distintos, la persona siempre era la misma: Un ser egocéntrico que
cree que su vida le importa tanto a los demás que no desperdicia cualquier
ocasión en sentirse herido u ofendido, por las razones que sean.
En uno de los tantos problemas uno de
los ofendidos me dijo que yo era un mentiroso.
— ¿No tengo derecho a molestarme e
interpretar mal una cancelación de una cita a último momento? —le había dicho
yo.
—Yo te dije lo que había pasado y eso
debía ser suficiente.
Como era el primer problema y cuando
eso yo tenía sentimientos, me dolió algo la pérdida de su amistad, pero luego,
como todo, con el tiempo lo superé y comencé a preguntarme ¿por qué a él debía
importarle lo que yo escribiera sobre el asunto, en un blog que nadie lee y a
que a fin de cuentas son cosas que pienso (o imagino) y que no le debo a nadie?
Aún me sorprende el hecho de que alguien piense realmente que su vida, como un
ente individual, le importe tanto a otro ser que se va tomarse la molestia de
averiguar seudónimos, dónde trabaja y vaya usted a saber que más. Pero yo no
escribo sobre la vida de nadie, yo escribo historias.
Luego hubo otro problema donde de la
nada un miserable ser humano de pronto comenzó a odiarme. Y yo lo quería
bastante. Pero al parecer él no estaba de acuerdo como yo vivía mi vida, las
cosas personales que yo contaba sobre mi le afectaban bastante (solo estoy suponiendo,
en realidad aún no lo sé del todo) y de pronto comenzó a decir verdaderas
mentiras sobre mí. Se metía con mi mejor amigo y luego stalkeaba personas cerca de mí y peleaba con ellas también. Esta persona,
capaz de hacer todas esas ridiculeces me decía loca. Si, esa persona. Loca
sí, pero loco jamás querido.
Finalmente recientemente tuve otro
problema. La forma inapropiada, indiscreta y barriobajera en que se creó no
merece ser contada, porque que afortunadamente siempre he procurado estar lejos
de gente así y he tenido éxito en ello. Pero curiosamente el “afectado”, una
persona que desde ahora tiene mi completa admiración por su madurez, me dijo:
—Tú una vez me hablaste de tu trabajo
en el blog y créeme que yo lo entiendo, pero solo quería dejarte un mensaje: A
veces tal vez es conveniente pensar cuando lo que hacemos daño a un tercero. Yo
no te puede pedir que borres nada ni que hagas nada, ni siquiera ponerme a
pensar en el mensaje que quieres transmitir y lo que piensa la gente, eso es
tuyo.
Quedé maravillado porque siendo él la
única persona realmente afectada tuvo la reacción más ecuánime, la más justa y
la más madura. Yo quise responder de la misma manera y por eso no dije nada
más. Aun pudiendo averiguar sin mucho esfuerzo como se desató todo y crear
enemistad, decidí tomar la ruta correcta, porque las tramoyas, estar dentro de
una, desatar otra o peor aún, opinar sobre lo que no es mi problema en lo
absoluto, nunca ha sido lo mío. La gente vive su vida y al margen de eso se
inspiran las historias, que no tienen ya nada que ver con las personas, son
hechos que se cuentan (o se inventan) solos y que cada cual interpreta a su
manera, inclusive yo.
Alta autoestima
—Normalmente la gente piensa que soy
creído, pero tú que me conoces, sabes que eso no es así.
—Es así —responde Jude—. Lo mismo pasa conmigo, pero yo no
le paro, si alguien se hace una idea de mí y no quiere salir conmigo por eso,
allá ellos, que se jodan.
Comienzo a reír.
—Pero decir eso es algo creído.
— ¿Y qué si lo soy? —ambos reímos.
—Tal vez no existe tal cosa como la
alta autoestima —le digo—, todos tenemos momentos en que nos sentimos geniales
y momentos donde nos sentimos la peor basura del planeta, incluso los que no lo
parecen, deben tener momentos así. Debe ser parte la vida.
—Me arrecha cuando comienzas a hablar
así —replica Jude—. Y más cuando no
quiero pensar que lo que estás diciendo es cierto.
Juego de tramoyas
Para los no iniciados. Les contaré
sobre una tramoya de la cual fui testigo y luego protagonista. Esta es nivel 1.
Preparados.
Carlos y Juan llevaban 2 años
saliendo cuando esto sucedió. Estaban más fuertes que nunca hasta que un día
Juan recibe una llamada.
—No debería decirte esto, pero tu
novio tiene un perfil en Grindr.
—Es cierto —responde Juan—. No debiste
haberme dicho eso.
Luego de eso, el que llamó, le contó
a Juan que él le había escrito (solo para averiguar que se traía con ese perfil
allí) y que Carlos le había respondido aunque ciertamente no pudieron concretar
nada.
Finalmente cuando Carlos llegó de
Maracaibo, Juan lo confrontó. Le dijo que sabía que tenía un perfil “de chances”
y que quería una explicación de inmediato. En primera instancia Carlos se
sintió sorprendido, luego confundido (se preguntaba cómo pudo haberse
enterado), pero finalmente admitió lo irremediable: Que si tenía el perfil,
pero que solo lo usaba como un divertimento, que jamás habría concretado nada
por allí. Solo le gustaba molestar a la gente o ver si tenía la dicha –o la
desdicha- de encontrar a algún enclosetado
conocido.
Juan decidió confiar y dejo eso así.
Carlos por el contrario luego de sentirse mal, le molestó que Juan hubiera
reaccionado de esa forma tan violenta con el primer chisme. Desde ese día algo
se rompió.
Luego de aquello Carlos salió con su
amigo Federico y le contó lo sucedido.
— ¡Qué bolas! —le había dicho
Federico—, el debería confiar en ti antes de formarte un problema. No me parece
la forma en que te preguntó.
—Tal vez yo hubiera reaccionado de la
misma manera —dijo Carlos, pero el “¡Qué bolas!” con todo y sus signos de
exclamación se le quedó instalado en la mente.
A partir de ese día la relación comenzó
a resquebrajarse más. Cada bando de amigos tomo parte en el lado que creía más
justo y luego de varios chismes parecidos la pareja se separó.
Hoy en día Carlos está con Federico,
quien luego supe, fue quien le escribió en Grindr
a Carlos, hizo la llamada a Juan y envenenó a Carlos en contra. Federico además
tiene algo con alguien de su trabajo, como comprobé un día cuando los vi muy
tranquilos en un restaurante.
Sin embargo yo no dije nada nunca. No
son del todo mis amigos y bueno… No es mi asunto. Tampoco sé si esa actitud está
bien.
Sin embargo esa historia me persigue
¿Qué motiva a Federico a actuar de esa manera? ¿Por qué hay gente que no puede
vivir su vida sin fastidiar la de los demás?
Un día estoy en un pequeño “Get Together” y tengo la oportunidad de
confrontar a Federico. Sabía que la historia era cierta pues él se la había
contado a alguien y esta persona me la contó a mí para que “la pusiera en el
blog y desenmascara todo”. Jamás lo hice porque además de lo ridículo que me
parecía la frase, no es mi rollo.
Federico estaba hablando de locas… Y
de chanceras… Y de gente mal portada.
—No sé si tú tienes mucha moral para
decir eso —le dije.
Todos rieron, pero Federico enseguida
supo. Luego hablamos a solas en la misma fiesta y me dijo:
—Juan no era la persona para estar
con Carlos. Él se merecía algo mejor.
—Exacto. Alguien que sale con
compañeros de trabajo. Por favor.
—Tú no eres mejor. Todos sabemos que
tuviste algo con el esposo de C.
—Yo no estoy diciendo que sea mejor o
peor —aunque el golpe me dolió—, pero no me pongo en una fiesta a hablar de
otras personas como si yo fuese diferente. No me pongo a decir que eso afecta
el trabajo de ellos cuando yo le monto cachos a mi novio con alguien del
trabajo. Yo no hablo.
—Pero escribes…
Tuve temor que de lo que podía pasar.
Él podía perfectamente tomar una de mis entradas y mostrársela a C. Sería el
fin de mi vida social.
—Es anónimo, no afecta a nadie.
—Tranquilo que yo no diré nada y sé
que tú tampoco, como has hecho hasta ahora.
Muchos años después no dejo de pensar
si lo que hubiese pasado de saberse la verdad habría hecho daño o por el
contrario terminaba arreglado varias vidas ¿una cuestión de interpretación quizá?
Ya no importa, total, ya ninguno de ellos existe.
Wrap up
—La loca lo que tenía era unas ganas
de decirte lo fracasado que eres.
—Supongo.
—Y lo peor es que o sea… Toda esa
cuestión es algo tuyo, nadie tiene por qué meterse. Tu nos invitas y nos hacer partícipes
y es fino, pero eso no es problema de nadie. Son unas ganas de tener tramoyita es sus vidas, de ser parte de
un drama, de sentirse importantes o heridas. Terrible.
Entonces comienzo a finalizar esto y
me preguntó si debo dejar la pista para que la última tramoya se resuelva. Miro
hacia mi cama y veo a Sr. Indeciso instalado cómodamente viendo Game of
Thrones®. Pienso en mi trabajo, en las propuestas que tengo, lo bien que me
va y en mis verdaderos amigos. Y simplemente escribo:
¡Hasta el próximo sábado!
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