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Oda a la mayoría de cosas absurdas de este blog y el ambiente.

 

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La semana pasada le escribí a un amigo para invitarlo al cine. Mi objetivo era en realidad que invitara a un tercero que me gusta mucho, pero del cual, estúpidamente no tengo su teléfono, sino su PIN y al parecer tiene problemas con su Blackshit (Solo me tarde un mes para olvidar que los teléfonos siguen teniendo un número, y que hay mensajes de texto), en fin. El caso es que entre la cola, los mensajes, y un error en la comunicación, terminamos viéndonos a eso de las 10 y media de la noche. Nunca pudimos encontrar a ese tercero, así que terminamos comiendo hamburguesas en algún sitio de balas frías en Agua Blanca.

Imaginar que más tarde, luego de esa enorme cantidad de salsa, probablemente me iba a dar acidez, me dio energía para decirle que fuéramos a tomarnos algo más fuerte que una colita. Como él tampoco tenía nada mejor que hacer, no sólo accedió, sino que además me dijo que conocía un sitio de reciente inauguración llamado Mansión G. Estaba en una zona relativamente bien y cerca, por lo que nos dirigimos hasta allá.

Al llegar a la puerta un sujeto vestido de poliéster me dijo que no podía pasar con mi sweater (Que no era tal cosa, se trataba de una chaqueta de tela impermeable muy fina que valía más que su ropa 100% no natural). Trate de que no me molestara eso, además que reconozco que andaba bastante casual como para andar armando un show. Deje la chaqueta en el carro y entramos. Ya había gastado 70 Bs. F. y no tenía ni cinco minutos en el lugar (60 Bs. F. la entrada y 10 en el “estacionamiento” al aire libre, y si me preguntan, de dudosa seguridad). Por lo menos tenían barra libre, pero no había mucha variedad, sólo cervezas nacionales, ron nacional, y algo que el sujeto descamisado del bar insistió en decirme que era vodka, pero seguramente me hubiese servido como combustible para mi carro, o al menos como refrigerante. Seguí tratando de que no me molestara eso tampoco. El lugar era una discoteca gay promedio: Nula decoración, algo pequeña, y hasta ese momento con la cantidad exacta de personas. Al menos había una terraza libre de cigarrillo –que no de María Juana- donde pudimos conversar.

A eso de las 2 a.m. y cuando ya había decidido que tenía suficiente sueño, como para dejar de criticar a la gente y marcharme, sucedieron varios hechos curiosos: Uno de esos muchachos especiales que se planchan el cabello y su “amiga” (el le decía así, pero parecía ser hombre) se sentaron junto a nosotros. En ese punto el lugar estaba tan lleno, que dentro olía a “mono” como dice mi abuelita, y afuera estabas siendo drogado lentamente. El muchacho nos pregunto si teníamos una plancha, o un ventilador –vaya usted a saber para qué- pero nosotros solo nos limitamos a sonreír, y quizá en un gesto amable, le respondimos que no. Luego de que el muchacho comenzara a bailar frente a nosotros, solo, y en una forma francamente ridícula, mi amigo fue al baño, para finalmente “irnos”. Y ahí quede yo, solo con las dos amigas, y con la gente que cada rato se acercaba a la esquina donde me encontraba, para tener una relación más cercana con su María Juana… Luego vino otro muchacho: Vestía de franelilla negra, chaqueta negra y zapatos de esos Jump. De no haber sido por el sitio, jamás hubiese pensado que era gay.

Y luego el muchacho de la chaqueta negra unió dos poltronas y se acostó.

Y más tarde se puso la chaqueta en la cara y se la quitaba solo para sorber un poco de su anticongelante.

Cuando mi amigo llego, estaba tan aburrido, que nos pusimos a cruzar algunas palabras con las amigas. En eso se me ocurrió pedirles una foto, y una de ellas me dice esto:

— ¡No! ¡Cuando me maquille! Así no… Eres mala, eres muy mala.

Para ese punto, mi cara debió ser muy graciosa, porque mi amigo estaba cuajado de la risa. El caso es que como venganza, nuestra nueva enemiga, empezó a bailar más escandaloso, y despertó al sujeto acostado. Cuando vio aquello, el se sentó lo más alejado posible y luego nuestra enemiga, le susurro algo al oído, agarro a su compañero de la mano y se marcho… El sujeto se nos quedo viendo de una forma francamente desconcertante, hasta que finalmente yo me atreví a hablarle y le dije algo parecido a esto:

—No sé qué te dijeron, pero no los conocemos, y tampoco andamos con ellos.

Sentí como un alivio cuando el sujeto sonrió y me di cuenta que no estaba tan borracho como llegue a pensar en un principio. Se llamaba Jason.

Luego de eso vino lo típico, le conocimos, y nos conto que era un albañil.

Y después me di cuenta que me gustaba más de lo que hubiese admitido sin el anticongelante circulando por mi organismo.

Como a las 3 y media, ya nos encontramos charlando animadamente. Nos enteramos que era un nuevo en esto de los sitios de ambiente. Que había venido con unos conocidos que “le sacaron el culo” y como si hubieran sido invocados llegaron los conocidos. Mucho tendría que criticar de esos feos, con aires de diva que nos miraron de arriba abajo, como si su mirada fuera a matarnos, pero no lo haré. El punto es que ellos insistieron en cuadrar al albañil, con otro chamo que estaba, me disculpan, en la mierda, no hay otra forma de describirlo mejor. Jason no sólo se nego, sino que nos insto a movernos de lugar, por lo que nos dirigimos al segundo piso.

Y luego vinieron los conocidos al segundo piso también y otro que no estaba tan en la mierda trato de besarlo en el baño.

Después vino una mujer muy fuerte y le dijo que dejara de perder el tiempo, refiriéndose a nosotros.

Y minutos más tarde cuando lo vinieron buscar una tercera vez, de forma bastante molesta, y halándolo por el brazo, nos dijo al ritmo de la música que bailábamos: “Le voy a dar un coñazo”… Y pum!

Por supuesto no le dio el golpe, pero el pum fue lo que vi en mi cabeza cuando me imagine involucrado en semejante situación. Lo tranquilizamos, y mi amigo se le ocurrió decirle que por qué no se besaba con el chamo y ya:

—No me gusta, no sé por qué andan con esas —y luego se vuelve hacia mí y me susurra—: Al que quiero besar es a otro…

Me sentí mal. El anticongelante se me subió a la cabeza y todo me daba vueltas. No tenía rabia o depresión, pensé que tal vez era algún tipo de retribución cósmica por meterme con todo el mundo, aunque sea en mi mente… Después de eso sólo quería tomarme cinco vasos de agua, acostarme y olvidarme de todo.

Y luego me entere que Jason llamo a amigo.

Después me di cuenta que me afecto más de lo que pensaba, y por eso es que estamos aquí.

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Prefiero el respeto a la aceptación.

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 En varias oportunidades he tocado sutilmente el tema de la homofobia en este blog, sin embargo, es fácil adivinar que no soy precisamente lo que se llama, un activista de los derechos homosexuales. Sé que muchos me odiaran y perderé lectores y equis, pero no comulgo con ese activismo homosexual que pretende obligarme a salir en un carnaval cierto día del año a marchar por unos derechos, cuya mayoría asistente no tiene bien claro. La razón es bien sencilla: Aunque los que marchan, como los que no, me vean, y me identifiquen como parte de ese colectivo, yo no me siento identificado con ellos. Repito, esto no tiene nada que ver con lo que yo opine acerca de la marcha, o si me parece buena o mala, simplemente se trata de mi sentimiento (tampoco quita que algún día asista por simple curiosidad).

La introducción anterior es necesaria, para exponer mi siguiente idea: Yo me considero un ciudadano común, cuya única diferencia con aquellos que dicen ser “normales” es que se acuesta con personas de su mismo sexo. Nunca he esperado que un hetero acepte tal idea, simplemente, quiero que mi derecho a hacer lo que me plazca, con quien quiera, en forma consensuada, sea respetado por los otros ciudadanos comunes. Yo no quiero formar parte de un conglomerado aislado de la sociedad, sólo por la forma en que practica el sexo.

Todo esto viene a colación por un artículo por demás absurdo, escrito por quien parece, es una especie de comediante, llamado José Rafael Guzmán. Pueden leer el artículo en el siguiente enlace (http://sacatuladomasacido.com/index.php/26/05/2010/del-closet-a-la-labor/). Desconozco completamente la intención de la persona que escribió eso. Dudo que haya sido en mal plan, pero aún así, considero que cuando jugamos a ser una figura conocida, hay que cuidar muchísimo lo que decimos. Me voy a abstener de comentar sobre el párrafo introductorio (que no le faltan perlas) para pasar a lo que realmente origino mi molestia:

“Ser gay no es una limitante, al contrario cada vez tiene más auge y hasta está de moda”

Hacer stand up comedy en Venezuela, décadas después que paso el furor en todo el mundo, si puede ser considerado una moda (pasada), pero mi preferencia sexual no la escogí porque mi vecino de al lado cuando tenía 11 años me dijo que era algo fino y en auge, de hecho ¿Tu recuerdas el día que escogiste ser hetero? ¿Estaba de moda en esos días? Ah no, seguramente tú naciste así ¿No? Por otro lado, también es posible que el señor use la palabra moda, refiriéndose a ese colectivo o estereotipo de gay mas femenino, con los cuales, no nos identificamos todos. Cada razón de ser de esa desafortunada línea, me parece más reprochable que la otra. Continuemos:

“Hay carreras y oficios que los gays tomaron para ellos, por ejemplo los sobrecargos, un gran porcentaje de los sobrecargos son gays y claro, qué sentido tiene ser sobrecargo sin ser gay, con esto no digo que todos los sobrecargos sean gays, pero deberían”

Para los que no sepan, los sobrecargos, son el equivalente masculino de las aeromozas. No sé qué pensar de ese párrafo. A veces creo que trato de ser gracioso (sin éxito), o tal vez, es la mejor muestra de la homofobia solapada que encierra todo este escrito, que pretende deliberadamente, insinuar que los gays formamos parte de un ghetto que sólo puede ejercer profesiones especificas, dada su femineidad implícita. Y lo de las profesiones continúa y empeora:

“Por lo menos el 20% de los odontólogos en Venezuela son gays y por lo general, son los mejores odontólogos; también hay chef gays, casi todos son pasteleros, y repito qué sentido tiene ser pastelero si no eres gay; hay también militares gays, que es una opción para los gays agresivos, y si eres un gay agresivo y no eres militar, puedes ser instructor; hay abogados gays (…) lo que me indica que los gays están esparcidos por el mundo, incluso más que los chinos”

Nada que agregar, más que si intentaste ser gracioso, jocoso o irreverente… No lo lograste.

Aunque no lo crean tener un amigo gay es sumamente útil (mientras no se enamore de ti) y aunque no lo crean… yo no soy gay. Por cierto, uno de cada diez hombres es gay (por lo menos en Argentina).

Me pregunto cómo habría continuado el párrafo anterior, tal vez así: “Si, el amigo gay es muy útil, porque si es de esos pajuos que se enamoran de ti y no te dicen, le puedes pedir que te lave la ropa, que te haga recados, que te haga la segunda con sus amigas sexy, definitivamente, un amigo gay es mejor hasta que tener una camioneta Merú, pero es extraño porque los gays no deben tener sentimientos, seguro les gustan todos los hombres y ya”.

Al final me queda la sensación, que para este muchacho, somos una especie de sujetos que adoptaron una moda cool, y por lo tanto (tal vez mientras dure el furor de lo que él debe considerar un tendencia pasajera) es súper chévere tenernos al lado.

Quiero finalizar este post dejando algo bien claro: Aunque el artículo haya sido escrito como una gran broma (ahora lo dudo), considero que estos temas delicados no deben ser tratados o utilizados a la ligera, para dotar un escrito carente de humor, con aires de falsa modernidad o “coolness”. No hay nada más feo que decir que acepto a los gays y rematarlo con frases tipo “Pero bien lejos con ellos”. Es muy fácil decir que aceptamos algo, cuando en el fondo solo querernos sectorizarlo a una peluquería, a un pasillo de avión, a una pastelería, a una mugrienta esquina de la ciudad. Quieran o no, yo formo parte de esta sociedad, tengo tanto derecho como tú de llevar a mi cuarto a quien me plazca, puedo ser abogado, policía o lo que desee, y a la hora del té, no hay militares gays, ni militares heteros, solamente hay militares íntegros y militares corruptos. No te pido, ni necesito que me aceptes. No necesito gente hetero, homofóbica de closet, tratando de parecer moderna y adoptando una falsa aceptación, solo quiero tener los mismos derechos que el resto de los ciudadanos.

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No son solo zapatos.

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Acaso porque hoy fui a ver Sex and the city 2, y horas antes hablaba con un amigo sobre la serie por G-talk, el cual me dijo algo como esto: “Yo he visto algunos episodios con mi novio, pero me dio dolor de cabeza cuando empezaron a hablar de zapatos”, me permito hacer este post, aunque nadie lo lea o comente (No me importa, este es mi blog).

Sex and the city, no son solo zapatos, ni vestidos costosos, ni vestuarios extravagantes de Carrie. Sex and the city (En adelante SATC), constituye en su conjunto una brillante disertación sobre todos los asuntos con los cuales tenemos que lidiar, en mayor o menor medida las personas solteras, y para demostrarlo, me permito reseñar algunos de mis episodios favoritos de las dos primeras temporadas:

Season 1. Sex and the city: El episodio piloto constituye un pequeño abreboca de lo que es Carrie y sus tres amigas, se presentan todos los personajes, Carrie habla de su columna en The New York Star, y nos deja con el primer momento brillante de la serie, (Además del monologo inicial de Carrie sobre el fin de la inocencia), cuando ella le dice sutilmente a Mr. Big que no cree aquello de que él nunca se haya acostado con alguien sólo por el placer de tener sexo. Entonces él responde: “Oh, ya entiendo, entonces tu nunca te has enamorado”. Carrie se queda con cara de ponchada, y de repente baja de su nube de sabelotodo que adopto desde el principio del episodio. Simplemente genial.

Season 1. Valley of the twenty-something guys: Carrie, en parte animada por Samantha comienza a salir con un chico 10 años menor que ella. Esto la introduce en un mundo que ya conocía muy bien, pero que la hace sentirse rejuvenecida por breves instantes. Un episodio lleno de elucubraciones divertidas sobre salir con alguien más joven que tu, y constituye en mi opinión, en el capítulo más divertido de la temporada 1.

Season 2. They shoot single people, Don’t they?: Luego de una noche de copas, Carrie acude a una sesión de fotos, donde aprovechando el terrible look de la resaca, es engañada para aparecer en un artículo que deja muy mal paradas a las solteras en sus 30’s. El escrito logra romper con los cimientos de todas las chicas sobre su vida de solteras y inútilmente tratan de comenzar relaciones que en el fondo saben van fracasar. Una vez que la lección es aprendida, Carrie, sentada en una mesa sola, con una copa de vino, nos deja con una de sus numerosas frases: “Sin importar cuán duro sea, a veces, es mejor estar sólo que fingir. Así que me senté ahí, y tome una copa de vino, sin amigos, sin libros, sin armas… Sin fingir”. Mi episodio favorito de la serie ever.

Season 2. Games people play: Carrie no para de hablar de su rompimiento con Big, así que sus amigas cansadas de oírla, la envían a un psicólogo. El especialista sugiere que el problema no son los hombres con que ella ha salido, sino ella misma, quien no sabe escogerlos. Carrie considera que la mujer está equivocada, pero continua yendo a la consulta por que en la sala de espera conoció a Seth, otro paciente. El episodio resulta una disertación acerca del tiempo que perdemos fingiendo lo que no somos, o escondiendo lo que sentimos, al iniciar una relación. Un desenlace tan divertido como aleccionador y que Seth es interpretado por Jon Bon Jovi, le ponen la guinda a este capítulo.

Podría continuar el resto de la noche, en especial con la segunda temporada, pero si luego de ver las dos primeras temporadas aun piensas que son sólo zapatos, no continúes. Algunos hechos interesantes:

-Entre episodios pasa una cantidad considerable de tiempo, por lo que eso de que salen con muchos tipos cada noche, es un comentario absurdo, y sin conocimiento de causa. Presten atención a los detalles como el cabello de Carrie y como situaciones inconclusas en un episodio, fueron resueltas, y son comentadas como algo lejano, en el siguiente.

-Eso de que en realidad son hombres gays disfrazados de mujeres, es absurdo también. La serie simplemente es como el hogar de la gente soltera, hetero, gay, mujer u hombre. Punto.

-En la vida real, Candance Bushnell, la autora del libro que inspiro la serie, nunca se caso con Big, el se quedo con Natasha, y en mi opinión el verdadero final de la serie es un relato corto y supremamente divertido que se encuentra en el libro “4 Rubias” escrito por Bushnell, donde una mujer de la cual nunca llegamos a saber el nombre, viaja a Londres para escribir de Sexo allá (y cuyo objetivo secreto es conseguir lo que no tenia en NY: Un marido), termina enamorada de un sujeto vestido de Prada que conoce en el avión de regreso. Una de las cosas más divertidas que haya podido leer alguna vez. Los dejo con un pequeño párrafo del libro (el cual jamás en la vida pienso prestar a NADIE):

“Como soy una de esas americanas listas que se las arreglan para convencer a todos que están mejor solas, necesitaba una tapadera. Y la encontré; un importante periódico británico me pagaba espléndidamente para escribir sobre el sexo en Londres. Si es que lo había, claro.

Era el tipo de misión que implica grandes cantidades de alcohol, salidas nocturnas y visitas a los bares, actividades que constituían mi especialidad. Que es en primer lugar la razón por la cual yo no tenía un marido.”

No se puede tener más Carrie que eso… =)