| 3 comments

¿Algún día podremos confiar?



Tengo muchos días pensando sobre qué es la confianza y la estrecha relación que tiene con el miedo. Yo tengo mi concepto claro sobre ella: La confianza no es más que una decisión. Yo decido creer. Yo decido no preguntar. Yo decido confiar en que si alguna vez me haces daño por error tendrás la fuerza de no hacerlo nuevamente. En estos tiempos egoístas, materialistas e inmediatistas, esta última parte de la confianza parece la mas difícil… De allí se originaron esos refranes de muchos peces en el mar y similares (quien sea que inventó esto no era usuario de Grindr®).

Visto desde afuera parece razonable ¿por qué apostar por alguien que ya me hizo daño alguna vez? Pero también pienso ¿por qué no intentarlo si al final uno nuevo también podría hacerme daño?

Pero resulta ser que esas preguntas son motivadas por algo mas complejo: miedo.

Jude reaparece

Jude regresa de viaje y me llama para actualizarnos bien. Pasan muchos días y la cita no se da. Comienzo a preguntarme si lo secuestraron o algo. Deja de atenderme los mensajes. Todo me parece muy raro. Es como si se hubiese esfumado.  Comienzo a sentir miedo de que le haya sucedido algo, pero tampoco se mucho de su familia para contactarlo.

Luego yo también comienzo a tener mis propios problemas personales y dejo de insistir. Un día finalmente aparece y nos vemos cerca de mi casa.

—No sé para que nos vemos en esta panadería —me dice—, seguro hay miles de cucarachitas.
—Vamos a hablar no a fumigar —le respondo— ¿por qué desapareciste tanto tiempo?
—Le dije a mi esposo lo que he estado haciendo —responde simplemente—… y no le gustó.

Por un segundo no se cómo procesar eso. Tengo problemas en determinar si esta dolido o esta bien.

—Obviamente no le iba a gustar, pero ¿pero qué esperabas al decirle?
—La verdad no sé… Solo quería que supiera. No podía mentirle más.
—¿Y ahora?
—Ahora nada… Estamos separados y tenemos un rollo de separación de bienes.
—¿Y tú quieres volver?
—Si quiero, pero no quiero.
—¿Cómo es eso?
—Es extraño. Yo hice todo lo que hice porque tenía dudas. Al final todo me sirvió para dejar de tenerlas, pero ahora quien no confía es él. Me dijo que jamás podría volver a creer en mí.
—Bueno es lógico —respondo yo.
—¿Lógico? Sería lógico si el hubiese descubierto la verdad por si solo y mi intención hubiese sido seguirle engañando. Pero no, yo le dije la verdad y ahora dice que no confía en mi ¿no te parece extraño?

No podía negar que era un punto válido.

—La verdad me cuesta entenderlo —continúa Jude—. Yo sé que no es fácil aceptar lo que hice, pero le estoy diciendo por eso mismo, para que no existan mas mentiras entre nosotros ¿acaso el quería seguir engañado entonces?
—No sé que decirte. Tu punto me agarra de sorpresa. Siento que es válido, pero no se… De repente debes darle algo de tiempo para procesarlo.
—Ojala que ese tiempo no sea muy prolongado —comenta Jude—. Yo también valgo, yo sé que hice mal, pero no creo que el sea ningún santo. De hecho su actitud estúpida me hace pensar que puede ser que el haya hecho lo mismo.

De pronto siento admiración por Jude. El tiene fuerza y confía en él.

—No creo que debas ser tan radical —le digo.
—¿De qué te ha servido a ti no serlo? —me pregunta.
—Sólo dejo que el viva su proceso. Ya acepté que no tengo ni la mas mínima idea de lo que pueda pasar.
—Exacto.
—No entiendo.
—Me dices que no tienes la más mínima idea de lo que va a pasar ¿entonces para qué sigues allí? ¿No te gustaría tener certeza ya de que va a ser de tu vida? Después de todo no tienes veinte años.

De pronto me molesto. Siento que estoy en la consulta del psicólogo. Pero luego recupero mis sentidos.

—Si me ha servido de algo —digo finalmente—, pero no es tu problema.

Jude sonríe. Realmente comienza a molestarme un poco su actitud. No la acepto.

—Ojalá no te hagas mas daño —me dice—. No te juzgo. Yo también me encuentro a la espera, pero ¿por qué apostar por alguien que no cree en ti? Esa es la pregunta que me hago… y es la que deberías hacerte tú.
—Siento que en cualquier momento me vas a cobrar la consulta.

Ambos reímos. Luego de un rato de silencio, me atrevo a hablar.

—No tengo miedo.

Y volvemos al café.


Los miedos de Sr. A

Sr. A es una persona que sólo pudo haberse formado en Valencia. Es en parte arrogante, en parte inseguro. Juzga a los otros, pero juzga a los que juzgan. Dice una cosa y hace otra. Así como los restaurantes y sitios de la ciudad, es tan apático con sus cosas que un día esta abierto y al otro cerrado.

Siempre que tiene una cita, lo hace pensando que la otra persona cometerá un error tan grande que ya no podrá salir mas con él.

—Es que me llamaba y desconfiaba de mi. Es decir, solo tenemos una semana y ya me esta celando. Yo ya no estoy para eso. Eso era con mi ex —me comenta.

¿Ese no es el ex con el que quiere volver? ¿A el si le permitiría eso a pesar de que él ya no esta para eso?

Y si, las personas comenten errores en la citas, como los innumerables que cometió Mr. Lesbo con él, pero aún así cabe preguntarse ¿qué le sucede?

Luego de pensar muchos días la cuestión, comienzo a entenderle. Sr. A tiene miedo. Miedo de hacer lo que realmente quiere hacer, que es volver con su ex. Miedo de perseguir su ideal que es volver exactamente a lo que tenía y que me recuerda a cada momento que extraña. Pero esos no son los únicos miedos. También tiene miedo de estar solo. Tiene miedo de seguir. Tiene miedo de soltar. Después comienzo a preguntarme, ¿no estarán esos miedos disfrazados bajo el manto de miedo de no querer “perder” al ex?

Pero nosotros somos adultos. Y los adultos sabemos que los ideales no existen. Son imaginaciones. Son cosas que no sucederán exactamente como pensamos. Y cuando te das cuenta de eso también sientes miedo: Te da pánico saber que en el camino intermedio entre el ideal y la realidad mas triste, solo hay algo que te mantendrá a salvo: el compromiso, el cual no es sólo con el otro, sino también contigo.

Una noche en la universidad me dice:

—Estoy cansado de mi ex. A veces me busca y mi llama y luego cuando le respondo se aleja.

Yo sólo guardo silencio.

—El lo que quiere es que yo le jale bolas… Y ya finalmente me he dado cuenta que no quiero volver con él.

Mientras me dice eso vuelvo a caer en cuenta que carga el saco que su ex le prestó y él fue a buscar a su casa algunos pocos días atrás.

Entonces lo veo allí hablando… rodeado de miedos, sin decidirse a enfrentar alguno. Pero yo no puedo ayudarle. Ni siquiera es mi problema. No le corresponde a nadie poner orden en la cabeza de otro.

Luego pienso en Sr. Indeciso y en la situación ideal. En la que solo hay “sis” por respuestas y muchos abrazos. Pero los ideales no existen.

Entonces me pongo a repasar mis compromisos.

Amistades y compromisos

Ahora que Sr. Sonrisa y Sr. Controlador están saliendo, paso días y días mas solo que nunca. Secretamente los bendigo y espero que les vaya bien. Sr. Intenso también me escribe y le pido que por favor nunca le guarde ningún secreto a Kid G. La vida parece tan rara algunas veces.

—“Eso es como perder dos amigos de una vez” —me escribe Sr. Intenso

Me doy cuenta que también siento celos de ellos y de que ahora tienen lo que yo no puede lograr. Nuevamente me siento un fracaso. Un día vamos por tragos y Sr. Controlador me dice:

—No puedo tomar mas de dos cocteles hoy, ya me leyeron la cartilla.

Me siento asombrado.

—¿No crees que es muy pronto para ese tipo de cosas? Demasiado pronto.

Sr. Controlador pone cara de circunstancias. Luego me doy cuenta que tal asunto no solo no es mi problema, sino que mi comentario es solo por celos, así que decido callar.

Luego cuando en una nube borracha nuevamente voy manejando solo a casa, me siento alegre que de todo esto haya pasado. Me doy cuenta que ya no tengo problemas en estar conmigo mismo, en oír mis propios reclamos, en aceptarme, en concentrarme en mis cosas… Y aunque los amigos parece que están concentrados en lo suyo, ellos solo están viviendo sus vidas. Ese también es su trabajo, enviarte ese mensaje de que ellos están reconstruyendo, avanzando y teniendo pequeños logros.

Luego llego a casa, me preparo para dormir y le doy una última revisada al teléfono: No hay ningún mensaje.

Y esta bien. Yo estoy bien. En esta parte del camino me toca observar, esperar, acompañar a mis amigos en sus días felices y tener un compromiso conmigo. Se puede estar triste, extrañar mas que nunca, ser feliz con tus logros, sentirse mal a ratos, volver a estar bien de nuevo y todo eso puede ocurrir al mismo tiempo.

Es mi vida.

-o-


Hasta pronto.