| 3 comments

Compañia




El otro día vino un amigo 2.0. Después de muchas experiencias terribles yo decidí que es buena idea ir conociendo a la gente con la que te relacionas en la web, además que un poco de charla en vivo no cae nada mal, por lo que cuando el momento se dio acepte sin complicaciones.

El encuentro resulto ser más de lo que esperaba. Por razones que no vienen al caso tuvimos que dormir en el mismo cuarto, no paso nada, pero de pronto decidí imaginarme que si hubiese pasado. Me vi de repente en la hermosa situación en la que tienes novio y el mismo es aceptado por la familia. Su actitud también ayudaba mucho: se apoderó de la cama y del control del T.V. como si fuera suyo (aunque solo se veían 2 canales), andaba sin pedideras de permiso extrañas y se instaló como en su casa.

Mi familia por supuesto estaba atacada, pero no en forma agresiva “¿Y quién es ese amigo?” “¿Y donde va a dormir? Ahorita no tenemos cuartos desocupados”. Hasta mis sobrinos estaban curiosos de la aparente nueva situación “¿Tío y el quién es”. Él mantuvo una actitud digna y no hubo incomodidades al momento de presentarle a mi mamá. Todo resulto perfecto en casa, y debo decir que tales cosas hasta me divirtieron.

Él dormía mas de lo que yo esperaba, pero es chévere subir a tu cuarto y tener con quien compartir la acostumbrada taza de café mañanera. Es súper estar en tu escritorio y que una voz te diga “¿Qué estás viendo? lee en voz alta”. En el fondo nos estábamos conociendo pero al segundo día era como algo de toda la vida. Ya sabía que en la noche no se podía comer chatarra y que al día siguiente no era buena idea despertar antes de las 11. Café al menos 2 tazas y no siempre se esta de humor para hablar, aunque el silencio musical no resulta extraño.

La primera tarde salimos con unos amigos y se sintió súper chévere saber que esa noche no regresaría solo y que ese día no sería ese número impar que siempre arruina la forma de acomodarse en la mesa o la manera de caminar por un pasillo de centro comercial. No estaba solo.

Fue así como descubrí que mas allá de lo sexual, lo que mas se añora son esos momentos de sentir que hay algo que solo nosotros dos conocemos, de saber que no estás solo y que no tendrás ninguna epifanía ni ningún momento de abstracción durante una fiesta, porque todo en lo que puedes pensar en ese momento esta delante de ti, hablando con uno de tus mejores amigos mientras el te hace una seña diciendo que “esta aprobado”.

No había nada que aprobar, pero que divertido vale.  Creo que lo mejor fue ver la cara de mi mamá cuando en una de esas mi sobrino de diez años pregunto:

—¿Tío el es tu amigo o tu “amigo”? —y acto seguido levanta las cejas.


 ¡Hasta la próxima!