La decisión.


Es difícil empezar cosas nuevas. Durante toda mi vida, dedique todo mi tiempo, todo mi ser y todos mis esfuerzos a complacer a los demás (aunque también hacía cosas placenteras para mi, no voy a negarlo), pero llegado un punto de la vida, uno siempre se cuestiona ¿Estaré haciendo lo correcto?

La primera vez que me hice esa pregunta tenía 16 años. Había usado todo tipo de sortilegios para disfrazar ante los demás mis gustos por los hombres y las comiquitas de mujeres, como Sailor Moon. El día que me hice la pregunta estaba prácticamente terminando el bachillerato y pronto empezaría mi nueva etapa universitaria, lejos de mi mamá, y bajo la sombra y protección de mi papá. La respuesta vino acompañada de un miedo instintivo: “¡Claro! mi papá me mataría solo de saberlo, se negaría a pagarme los estudios, y mi mama quien sabe, aunque seguro no tendría problemas”, fue lo que pensé.

El miedo se convertía en terror cuando pensaba en mis 5 hermanos varones… Seguro se burlarían de mi —pensaba con amargura—, no puedo hacerle esto a mi vida —, me decía.

Durante mi etapa universitaria tuve amistades maravillosas, y aunque cada semestre me convencía que debía conseguir una novia, lo cierto es que me gradué, sin ni siquiera llegar a segunda base con una mujer… Entonces, me pregunte de nuevo:

¿Estaré haciendo lo correcto?

Meses antes de la graduación, mi hermano menor me comento de una conversación de mis hermanos con mi mamá, en la que todos le comentaron que evidentemente yo era gay… Supe que 2 de ellos (incluido el que me lo estaba contando), se negaban a creerlo (o a aceptarlo quien sabe)… Fue uno de los días más tensos de mi vida, sentía como una especie de vacío en todo mi tórax, me faltaba el aire… Todo en mí alrededor se paralizo cuando mi hermano termino el relato, pero luego, desperté con su pregunta:

—Ahora dime algo, yo se que tu no eres, pero ¿Has tirado con tu novia verdad?”

Más nunca volví a pronunciar la frase “mi hermanito”. Aquel muchacho que antes me parecía un niño, demostró tener más experiencia de la que aparentaba. Le respondí con mucho tacto, haciendo pausas puntuales para escoger las palabras correctas y no equivocarme…

Quedo convencido, hasta el sol de hoy no me ha tocado más el tema… Pero en ese nefasto viaje de visita a mi mama no saldría ileso, y en una encerrona propiciada por ella misma, soltó sin rodeos:

— ¿Tú eres gay? —fue lo que me dijo.

No fue una respuesta elegante como la que le di a mi hermano. Los monosílabos me salían a borbotones, se me enredo la lengua y empecé a sudar como un cochino. Al final de todo lo que dije quedo una idea principal: “No se si lo soy, pero necesito vivir la experiencia para decírtelo con certeza”.

Aún no se si ella lo entendió así. Pero el hecho de haber siquiera tratado superficialmente el asunto, despertó un nuevo interés en mí… Me sentía aliviado, pesaba menos… Cuando la llamaba por teléfono ya no tenía que inventar una vida con una novia ficticia, ahora podía ser yo… al menos con ella…

En los días siguientes, surgió en mi mente la pregunta nuevamente:

¿Estaré haciendo lo correcto?

Fue una respuesta diferente y concreta: “No”… Estaba harto de desperdiciar una vida, haciendo sólo lo que los demás quieren, necesitaba descubrirme a mi mismo y al mundo. Decidí, ya que estaba en vías de conseguir mi total independencia económica (empecé a trabajar antes de graduarme), que no me importaba si la gente pensaba algo o no de mi… Ese es un sentimiento tan liberador, algo que te llena de energía y permite que seas quien eres en realidad… Algo que en alguna medida había experimentado en cierto momento, pero que ahora cobraba fuerza… A partir de ese día sería yo… Y aunque no mucho ha cambiado desde entonces, lo cierto es que pronto mi familia sabrá… ya no me importara que me vean con un hombre… Ya no me importaran si me ven en la entrada de un bar gay haciendo la cola… Ya no me importará si en algún momento se me escapa un gesto femenino… Ya no me importara decir delante de todos que los hombres de “Gossip Girl” están buenísimos… Ya no me importara que sepan que soy gay…

Así fue que tome la decisión… Tenía casi los 21 años… y mírenme ahora ¡Aún soy 75% virgen! Parece que al final del día, algo fallo, ya les diré por que…

4 comments

Lascivus | 30 de enero de 2008, 10:27

...Ahora quedo pendiente del tercer capítulo...

¡Ojalá sigas escribiendo con ese ímpetu! Bienvenido y mucha suerte.

Otro abrazo,

Haldar | 30 de enero de 2008, 11:32

HOLA, HOLA, PRIMERO QUE NADA, BIENVENIDO, Y BUENO SIGUE ESCRIBIENDO, NUNCA ESTA DE MAS Y SIEMPRE HAY ALGUIEN QUE NOS LEE (YO PENSE LO MISMO, INCLUSO DUDE EN HACERLO, AUNQUE NO MUCHOS ME LEEN (LO SACO POR LOS COMENTARIOS DEJADOS EN EL BLOG) NO PIERDO EL ENTUSIASMO DE HACERLO), ASI QUE ADELANTE Y SUERTE...

Monchis | 11 de marzo de 2008, 8:24

Hola Sandum,

Conseguir la independencia económica es un paso fundamental para tu propio reconocimiento, ya que no necesitas dar explicaciones a nadie acerca de lo que quieres hacer con tu vida.

Eso mismo me pasó a mi y empecé en esto del ambiente mas o menos a esa edad.

Lo que no me queda del todo claro es eso que dices de ser aun 75% virgen, ja, ja, ja,

Espero poder enterarme de ello en futuros post.

Saludos,

Daniel Lara F. | 15 de marzo de 2008, 17:12

Sigo pensando sobre la fórmula con la cual se llega a determinar el porcentaje de virginidad...me imagino que un contador puede determnarlo mejor que yo. En fin
Saludis