El tope de granito
Cuando se vive en una sociedad como la nuestra, donde a diferencia
de otros lugares la individualidad es algo que se respeta mucho menos, tratar
de encajar se convierte en una necesidad para muchos (¿Debería incluirme?),
para tener amigos, para ser aceptado en el trabajo, para ser popular en el
colegio o en la universidad. Si a eso le añadimos la preferencia nuestra por
tener símbolos de estatus, me compro un
teléfono de 11mil bolívares pero ando en autobús y me pueden matar, los
resultados son desalentadores.
Entonces te puedes volver en un paria y más si eres gay y encima
no haces lo que se supone que debemos hacer las personas gays para encajar. Si
no vas a discos te ven como un leproso, si no tomas bebidas alcohólicas eres
aburrido, si no tienes un iPhone y una cada vez absurda cuenta en Instagram® no
estas en nada.
Hay días en los que me levanto y quiero hacer todo eso… Quiero
comer 12 veces al día, ir al gimnasio 6 días a la semana, inyectarme y ponerme
como una nevera. Quiero llenar mis tarjetas al tope, pero tener un iPhone® ,
ropa por estrenar en closet y que me importe un comino si no tengo para pagar
las mensualidades del carro. A veces quiero saber que se siente tener novia y
salir a cenar los sábados con diversas parejas y que luego cuadremos para hacer
una parrilla el domingo.
Pero luego que me da ese bajón emocional del párrafo anterior, me
veo en el espejo, delgadísimo como siempre he sido, y pienso que si me
convierto en una nevera dejaré de ser yo. Pienso en el iPhone® y recuerdo yo no
tengo la paciencia necesaria para tomar fotos y que me gusta usar la misma ropa
hasta que se pone transparente, recuerdo que yo odio a las parejas hetero y el
humo de las parrillas me hace daño…
Nunca aprenderé a pronunciar apropiadamente “webo”, “weon” y no estoy
seguro de la connotación de esas “palabras”. Aprendí a punta de experiencia que
el “¿No tienes novia?” lleva pegada una pregunta invisible que nunca te dicen
“¿No tienes los mismos problemas que yo?”. Es muy raro tener 27 y que no te
vean un anillo en el dedo, pero lejos de no estar encajando, la gente muere por
identificarte, por saber que se siente vivir a esa edad sin jamás haber pensado
en una cocina remodelada y lo que cuesta un tope de granito, porque no te
importa, ellos se preguntan qué es poder salir sin pensar quien te va a cuidar
el muchacho porque tu suegra no puede, ellos no entienden por qué te gusta ser
blanco si todos están bronceados, ellos te tratan de aislar, pero en realidad
sienten más curiosidad por ti de la que sienten por sus amigos, porque todos
ellos tienen los mismos problemas, porque todos ellos son iguales y
decidieron acabar con su individualidad
para ello. Tú no, tu eres blanco porque te da fastidio la arena y piensas que
verse anaranjado es algo terrible, digno de un show de T.V., tu no piensas en
cocinas porque puedes comer en la calle todo lo que quieras, porque eres
delgadísimo y sólo tienes un compromiso económico contigo mismo, a ti no te
importa nada de esas cosas y tus aspiraciones van más allá.
Pero después de ese subidón emocional del párrafo anterior vas a
una reunión familiar, todos los primos están en parejas, todos hablan del
estúpido tope de granito y te ofrecen una cerveza. Entonces la tomas, aunque no
te guste, porque a veces también duele eso de “¿No te vas tomar ni una
cervecita? No seas aburrido”. Duele que tu familia no te respete. Así que
también decides emborracharte para lidiar con la situación, para que las
preguntas incomodas sólo sean balbuceos en una reunión donde la música no te
gusta. Y nada vuelve a importar de nuevo.
“Así es el ciclo de la
vida de los que no decimos encajar”, piensas, y
luego viene el subidón emocional otra vez…