Crónica Canavalesca
Como ahora vivimos en un mundo socialista (Y principalmente por que se me daño la bomba de la gasolina) decidí que sería apropiado ir a la playa en autobús. Afortunadamente vivo en un suburbio de Valencia, relativamente cerca de la vía hacia Puerto Cabello. No fui solo, me acompañaron 2 primas y una amiga de Caracas, que vinieron en ocasión de los carnavales, y dañaron con su mala suerte mi bomba de la gasolina. No me vengan a decir que es casualidad que el carro se me haya accidentado precisamente luego de haberme estacionado en el Terminal para recogerlas…
… Y así empezaron mis carnavales, descubrí que el seguro tiene un número de asistencia, el cual manda una grúa gratuita y eficientemente, además de taxis en caso de ser necesario, si llevas muchos pasajeros. Advertí además que luego de las nueve la noche “Ya no hay taxi” y que al diablo con la norma vial: El que no quepa en la grúa puede ir dentro de carro remolcado.
La mañana siguiente seguimos el ritual de la gente que va a la playa en autobús (Y de algunos fiebrudos con carro), nos despertamos a las cinco y media de la mañana. Alistamos la ropa y ¡Buen viaje! Mientras íbamos en el taxi trate de convencerme que esto sería una gran aventura. Ningún taxi quiso facilitar mi jornada debido a la cola, así que era tomando el autobús en el puente o nada. Dentro del colectivo me sorprendió ver la cantidad de gorras Niké falsas, y lo útiles que son cuando te quieres dar besos empalagosos con tu novia, por que eso si tienen los condenados autobuses: Gente emparejada hasta hacerte vomitar. Además advertí que los chóferes de Puerto Cabello son fanáticos (como no podía ser de otra forma) del vallenato.
En el Terminal de Puerto Cabello, sin haber visto ningún niño lindo aún, y con ganas de vomitar todavía, decidimos desayunar. Pagamos 46 Bs. F. por 4 empanadas y unos jugos; aun trato de cuadrar la cuenta: Le dimos un billete de cien a la señora y nos devolvió cuatro billetes de 20 y dos de 2, mi prima nos hizo correr a todos, y nunca supe cuando costaba cada cosa.
Yo fui el de la genial idea de ir a la playa mas concurrida de Puerto Cabello y sus alrededores, pues desde ahí se toma un bote hasta una isla. El taxista que nos llevo hasta allá manejaba en hot pants rojos y tenía lindas piernas. Primer chico lindo del día. Mis primas y amigas no estuvieron de acuerdo: Dijeron que parecía un actor porno disfrazado de policía (Por que usaba lentes estilo aviador súper cutre) y yo pensé: “¿Eso es malo?”. Al llegar a Quizandal nos dimos cuenta de 2 cosas. La primera es que es necesario ser fiebrudo en carnaval, pues la cola para pasar a la isla era tan larga que cualquier turista podría suponer que te regalan dinero por estar allá, o que por aquello del socialismo, en Isla Larga probablemente hay un Mercal. La segunda era que si lográbamos pasar estaríamos más tiempo en cola y bote que en la playa como tal.
—Quedémonos —resolvió mi prima.
Desde que yo tenía como 5 años, mi mamá decía que Quizandal era una playa fea y sucia, con gente de aspecto poco amigable. Ahora tengo 21 y digo: Mi mamá tenía razón. Había tan poco espacio para caminar entre la gente, los toldos, las cavas, las botellas de cerveza, los paños extendidos, que parecía como si estuviésemos atrevasando una congregación de pingüinos. La gente, repito, no era muy amistosa:
—Te quedan bellísimos esos shores azules —grito uno de los “macho men” que tanto abundan por aquí, aclaro, que único con shores azules, era yo.
—Bellos se te ven esos lentes.
—Estás más buena que las otras tres.
Cuando salimos de la congregación de pingüinos burlistas, luego de caminar 10 minutos, conseguimos una orilla vacía. De hecho creo que habíamos llegado a otra playa.
Tomamos vodka, comimos galletas y sándwich, nos bañamos en la playa, nos contamos nuestras vidas, soportamos a la gente que pasa cerca de los que están acostados en la arena con sus “chancletas” (Los odio a todos, es oficial), Nos pusimos bronceador, nos pusimos bloqueador, nos pusimos bronceador nuevamente, dormimos por turnos por que no podíamos hacerlo en forma conjunta por cuestiones de seguridad, luego de todo eso, apenas eran las 11am ¿Por qué la gente se va tan temprano a la playa? Y entonces ahí tienes tu respuesta: Al mediodía llegan los chicos lindos, pero con ellos llega el resto de la gente, y vaya que es fuerte.
A las 2, con algo de vodka, pero sin provisiones emprendimos el peregrinaje de vuelta. Ni modo, el taxista porno nos buscaría en “playa pingüino”. De nuevo fui la atracción principal hasta que llegamos al baño. Las chicas decidieron entrar. Yo también hice lo propio en el baño de hombres:
Lo que ellas vieron
— ¡Habían mujeres bañándose completamente desnudas!
—Ninguna tenía el menor pudor.
—Vi a una gorda levantándose los cauchos para enjabonarse ¡A-S-C-O!
Lo que yo ví
Un enorme trasero, un tipo bañándose desnudo sin el menor pudor, chicos lavándose las axilas (de hecho uno de esos me hablo), y muchos tipos desnudos. También vi tres chicas horrorizadas saliendo del baño de mujeres.
Al final en el taxi de regreso a casa (Nop, la aventura no finalizo en autobús) aprendí algo: Si vas a Quizandal y te piden agua, debes dárselas en un vaso desechable. Dos chicos me pidieron agua potable, para luego beberla “a pico de botella”. Pensé lo mismo que mis chicas: A-S-C-O.