El amor y otras verdades.
Recuerdo que una prima muy querida (y muy chismosa), me pregunto una vez si yo estaba enamorado de mi “novia”. No recuerdo exactamente como me zafe de semejante embrollo, pero luego ella me comento:
—Yo creo que el amor no existe, creo que quizás lo que hay es una pasión inicial que con el tiempo se acaba.
Sus palabras inicialmente me sorprendieron “¿Mi prima la chismosa, tira-la-piedra-esconde-la-mano era capaz de semejante reflexión?”, fue lo que pensé en un principio. No obstante luego estaba más afectado por la declaración en si. Ella tenía mucha mas experiencia que yo en esos linderos, y su afirmación llego a inquietarme. Recuerdo que por aquellas fechas, yo no tenía una novia sino un novio. Estábamos pasando por algún problemilla estructural en nuestra extraña relación, por lo que al cabo de unos días me preguntaba, si era que en verdad el no estaba enamorado de mi (como yo estaba seguro que si estaba de él) y por el contrario su pasión inicial se había agotado.
Al regresar a mi pueblo, y con la absurda idea aún en la cabeza, no fui capaz de preguntarle a Álvaro directamente que era lo que le estaba pasando conmigo. Me ponía incomodo e inclusive llegue a darme cuenta que cuando tenía la oportunidad de interrogarlo, yo mismo me boicoteaba y hablaba de otra cosa. Entonces semanas después desperté de mi autoengaño. No era que yo sentía nervios por la pregunta, sino que en realidad evadía el tema, pues conocía la respuesta de antemano… y no la quería escuchar.
Sin embargo, cuando tuve el valor de interpelarlo, no recibí la terrible contestación que esperaba. Al parecer Álvaro estaba pasando por un proceso que ni él mismo podía entender, por lo que me dio un silencio por toda réplica. Con todo lo anterior, y muchas otras cosas que les contare después, yo decidí terminar la relación, acción realizada antes por Álvaro en forma unilateral y sin previa consulta, pero digo terminar en el sentido que decidí olvidarme de él. Y entonces viene el problema. No me lo podía sacar de la cabeza. Pensaba todo el santo día en él, cuando salía de la universidad me preguntaba si aún estaba en su practica de fútbol y si había comido “¿Le llevo algo?” pensaba. En las mañanas y mientras estaba en la oficina de mi papá divagaba sobre la conveniencia inventar una excusa para ir a verlo. Al mediodía mientras almorzábamos todos (el almorzaba con nosotros en casa), me preguntaba si iba a tomar la siesta en mi cuarto. Por las tardes, estudiar se me hacía mas difícil puesto que mis dos lóbulos se debatían entre el material didáctico y la imaginación de todos los momentos que pasamos juntos. Pero la peor hora era la de la noche, cuando se suponía que después de las 11 yo debería estar abrazado junto él, estaba abrazado a mi almohada, humedeciéndola…
Semanas después trate de superar el asunto con lógica. Me decía: “Si sabes que el ya no quiere nada contigo, y estemos claros, además tiene muchísimos defectos que tú no soportas ¿Por qué sigues pensando en él?” Luego trataba de auto convencerme de otra cosa. Me decía: “Tú no estás enamorado de él, sólo sientes una pasión, ganas de abrazarlo y estar con él, eso se te pasara”… Claro. Pero mi poco experimentada y efectiva lógica no sirvió, así que, era necesario recurrir a la gente grande:
—Estar enamorado no tiene nada que ver con deseo sexual —dijo mi mamá—, si cuando piensas en esa persona lo único que pasa por tu mente es ese tipo de pensamientos, entonces no estás enamorado, sólo estas… ¡empepado! —Mi mama nunca dice malas palabras por lo que jamás pensé que este calificativo era vulgar hasta que se me ocurrió repetirlo frente a mi abuela.
—Yo me enamore de tu mamá desde la primera vez que la vi —contó mi papá—, recuerdo que ella me llevo en su carro y yo no podía dejar de verle las piernas. —confeso y yo entendí por que su relación termino: El no estaba enamorado ¡JA!
—La mejor manera de olvidar a alguien —enuncio una amiga luego que le relatara un gran porción de la historia, omitiendo ciertos detalles y cambiando el genero del otro protagonista— es recordándote a ti mismo todas la perradas que te haya hecho esa persona —nos quedamos unos segundos en silencio y luego ella corrigió su afirmación:— Aunque tu eres el hombre, seguro que fuiste tú el que le hizo las perradas —luego tenía cierta expresión de confusión en su rostro, al parecer su subconsciente había entendido mejor la historia que su lado consiente, y evidentemente empujo un consejo realmente útil.
Finalmente, yo me pregunte: “¿Estoy enamorado de Álvaro?” Por un lado no dejaba de pensar en él ni un solo minuto, pero aplicando la lógica maternal, me di cuenta que gran parte de esos pensamientos eran cosas que no se dicen en los confesionarios. Colocándome en los zapatos de mí papá note además que las veces que lo vi posterior a la ruptura definitiva (todos estos hechos sucedieron después que me humille de las formas más inverosímiles para mí en los actuales momentos), sólo podía imaginarme lo bien que se veía con ese uniforme de futbolista, lo bien que le lucía el cabello hacia atrás y vayan ustedes a saber que otras tontería mas. Entonces concluí que nunca estuve enamorado de él, y aunque seguí evocándolo mucho tiempo más, aplique la técnica de mi querida amiga, y al cabo de un tiempo Álvaro paso a los expedientes de caso cerrado. (Bueno les confieso que también ayudo mucho la apertura de otro expediente pero eso ya es otro cuento).
Desde esa experiencia yo entendí algo: El amor, en cualquiera de sus manifestaciones sólo me habla de dar sin esperar recibir nada a cambio, y la verdad, habían muchas cosas que yo no estaba dispuesto a sacrificar por Álvaro, nunca paso por mi mente esa frase Shakesperiana de “Daría mi vida por ti”… No, no… Comprendí la lógica de mi prima, pero sin embargo algo me inquietaba: “¿Eso será todo? ¿Viviré la vida apasionándome por uno, luego por otro, y así hasta el fin de mis días o hasta que mi escaso atractivo no de para más?”. Aún me hago la misma pregunta, pero hay espinitas que todavía duelen y me hacen dudar de la veracidad de la afirmación de mi prima… Empezando por ella misma, que actualmente esta casada y con un hijo, de alguien que no la representa en ningún sentido, material o físico… La afirmación de mi abuela, diciéndome que amo a mi abuelo hasta el último aliento que el dejo y que aún lo extraña (nunca volvió a casarse). El testimonio de unos viejos cincuentones profesionales y gays quienes afirman quererse desde que estaba en la universidad, entre otros tanto que no mencionaré.
Alguien me escribió diciéndome que el jardín del vecino nunca es tan verde como lo vemos desde afuera. Puede que sea verdad, y digo puede, no por que ponga en duda las palabras de gente sobradamente mas experimentada que yo, sino que simplemente, hasta que yo no tenga mi propio jardín, y de verdad compruebe que desde adentro no se ve tan bonito como desde afuera lo ven otros, no estaré tranquilo, y seguiré intentándolo, seguiré en la búsqueda, seguiré esperando encontrar al hombre gay, creo que el conformismo y el derrotismo aún no han entrado en mi agenda… Sin importar lo que diga mi prima o cualquiera.
—Yo creo que el amor no existe, creo que quizás lo que hay es una pasión inicial que con el tiempo se acaba.
Sus palabras inicialmente me sorprendieron “¿Mi prima la chismosa, tira-la-piedra-esconde-la-mano era capaz de semejante reflexión?”, fue lo que pensé en un principio. No obstante luego estaba más afectado por la declaración en si. Ella tenía mucha mas experiencia que yo en esos linderos, y su afirmación llego a inquietarme. Recuerdo que por aquellas fechas, yo no tenía una novia sino un novio. Estábamos pasando por algún problemilla estructural en nuestra extraña relación, por lo que al cabo de unos días me preguntaba, si era que en verdad el no estaba enamorado de mi (como yo estaba seguro que si estaba de él) y por el contrario su pasión inicial se había agotado.
Al regresar a mi pueblo, y con la absurda idea aún en la cabeza, no fui capaz de preguntarle a Álvaro directamente que era lo que le estaba pasando conmigo. Me ponía incomodo e inclusive llegue a darme cuenta que cuando tenía la oportunidad de interrogarlo, yo mismo me boicoteaba y hablaba de otra cosa. Entonces semanas después desperté de mi autoengaño. No era que yo sentía nervios por la pregunta, sino que en realidad evadía el tema, pues conocía la respuesta de antemano… y no la quería escuchar.
Sin embargo, cuando tuve el valor de interpelarlo, no recibí la terrible contestación que esperaba. Al parecer Álvaro estaba pasando por un proceso que ni él mismo podía entender, por lo que me dio un silencio por toda réplica. Con todo lo anterior, y muchas otras cosas que les contare después, yo decidí terminar la relación, acción realizada antes por Álvaro en forma unilateral y sin previa consulta, pero digo terminar en el sentido que decidí olvidarme de él. Y entonces viene el problema. No me lo podía sacar de la cabeza. Pensaba todo el santo día en él, cuando salía de la universidad me preguntaba si aún estaba en su practica de fútbol y si había comido “¿Le llevo algo?” pensaba. En las mañanas y mientras estaba en la oficina de mi papá divagaba sobre la conveniencia inventar una excusa para ir a verlo. Al mediodía mientras almorzábamos todos (el almorzaba con nosotros en casa), me preguntaba si iba a tomar la siesta en mi cuarto. Por las tardes, estudiar se me hacía mas difícil puesto que mis dos lóbulos se debatían entre el material didáctico y la imaginación de todos los momentos que pasamos juntos. Pero la peor hora era la de la noche, cuando se suponía que después de las 11 yo debería estar abrazado junto él, estaba abrazado a mi almohada, humedeciéndola…
Semanas después trate de superar el asunto con lógica. Me decía: “Si sabes que el ya no quiere nada contigo, y estemos claros, además tiene muchísimos defectos que tú no soportas ¿Por qué sigues pensando en él?” Luego trataba de auto convencerme de otra cosa. Me decía: “Tú no estás enamorado de él, sólo sientes una pasión, ganas de abrazarlo y estar con él, eso se te pasara”… Claro. Pero mi poco experimentada y efectiva lógica no sirvió, así que, era necesario recurrir a la gente grande:
—Estar enamorado no tiene nada que ver con deseo sexual —dijo mi mamá—, si cuando piensas en esa persona lo único que pasa por tu mente es ese tipo de pensamientos, entonces no estás enamorado, sólo estas… ¡empepado! —Mi mama nunca dice malas palabras por lo que jamás pensé que este calificativo era vulgar hasta que se me ocurrió repetirlo frente a mi abuela.
—Yo me enamore de tu mamá desde la primera vez que la vi —contó mi papá—, recuerdo que ella me llevo en su carro y yo no podía dejar de verle las piernas. —confeso y yo entendí por que su relación termino: El no estaba enamorado ¡JA!
—La mejor manera de olvidar a alguien —enuncio una amiga luego que le relatara un gran porción de la historia, omitiendo ciertos detalles y cambiando el genero del otro protagonista— es recordándote a ti mismo todas la perradas que te haya hecho esa persona —nos quedamos unos segundos en silencio y luego ella corrigió su afirmación:— Aunque tu eres el hombre, seguro que fuiste tú el que le hizo las perradas —luego tenía cierta expresión de confusión en su rostro, al parecer su subconsciente había entendido mejor la historia que su lado consiente, y evidentemente empujo un consejo realmente útil.
Finalmente, yo me pregunte: “¿Estoy enamorado de Álvaro?” Por un lado no dejaba de pensar en él ni un solo minuto, pero aplicando la lógica maternal, me di cuenta que gran parte de esos pensamientos eran cosas que no se dicen en los confesionarios. Colocándome en los zapatos de mí papá note además que las veces que lo vi posterior a la ruptura definitiva (todos estos hechos sucedieron después que me humille de las formas más inverosímiles para mí en los actuales momentos), sólo podía imaginarme lo bien que se veía con ese uniforme de futbolista, lo bien que le lucía el cabello hacia atrás y vayan ustedes a saber que otras tontería mas. Entonces concluí que nunca estuve enamorado de él, y aunque seguí evocándolo mucho tiempo más, aplique la técnica de mi querida amiga, y al cabo de un tiempo Álvaro paso a los expedientes de caso cerrado. (Bueno les confieso que también ayudo mucho la apertura de otro expediente pero eso ya es otro cuento).
Desde esa experiencia yo entendí algo: El amor, en cualquiera de sus manifestaciones sólo me habla de dar sin esperar recibir nada a cambio, y la verdad, habían muchas cosas que yo no estaba dispuesto a sacrificar por Álvaro, nunca paso por mi mente esa frase Shakesperiana de “Daría mi vida por ti”… No, no… Comprendí la lógica de mi prima, pero sin embargo algo me inquietaba: “¿Eso será todo? ¿Viviré la vida apasionándome por uno, luego por otro, y así hasta el fin de mis días o hasta que mi escaso atractivo no de para más?”. Aún me hago la misma pregunta, pero hay espinitas que todavía duelen y me hacen dudar de la veracidad de la afirmación de mi prima… Empezando por ella misma, que actualmente esta casada y con un hijo, de alguien que no la representa en ningún sentido, material o físico… La afirmación de mi abuela, diciéndome que amo a mi abuelo hasta el último aliento que el dejo y que aún lo extraña (nunca volvió a casarse). El testimonio de unos viejos cincuentones profesionales y gays quienes afirman quererse desde que estaba en la universidad, entre otros tanto que no mencionaré.
Alguien me escribió diciéndome que el jardín del vecino nunca es tan verde como lo vemos desde afuera. Puede que sea verdad, y digo puede, no por que ponga en duda las palabras de gente sobradamente mas experimentada que yo, sino que simplemente, hasta que yo no tenga mi propio jardín, y de verdad compruebe que desde adentro no se ve tan bonito como desde afuera lo ven otros, no estaré tranquilo, y seguiré intentándolo, seguiré en la búsqueda, seguiré esperando encontrar al hombre gay, creo que el conformismo y el derrotismo aún no han entrado en mi agenda… Sin importar lo que diga mi prima o cualquiera.
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P.S.: Mi papá no sabe aún que soy gay, Álvaro podía dormir conmigo y almorzaba con nosotros sin levantar sospechas, por razones que para los efectos de este post, no vienen al caso...