Más de alguno pensara que personas jóvenes e inexpertas como yo, deben salir (o buscarse) a alguien más experimentado, esa persona curtida, nos daría… Como decirlo, el impulso definitivo… Y aunque para terminar este párrafo, debo añadir que la idea me parece cierta desde el punto de vista teórico, en la práctica me fue un poco difícil llevarla a cabo… Veamos los hechos.
En plena época universitaria llego a mis oídos una jugosa información:
— ¿Sandum tu sabías que Olda, el hermano del esposo de tu prima es del otro lado?
Por supuesto que lo sabía, las desventuras de ese ser me las conocía gracias a mi mamá y mi tía.
—No, no lo sabía —fue mi respuesta —, no trato para nada a esa gente.
Aunque lo sabía hacía mucho tiempo, jamás se me había ocurrido la idea de relacionarme con él. Por todo lo que había escuchado el sujeto en cuestión era un poco “queer”, y aunque ahora soy más receptivo a cualquier clase de gente, en esa época sufría de homofobia contra nuestro propio género (que malos días aquellos), aún estaba evolucionando como persona, y cualquier cosa que oliera a plumas me producía rechazo.
Días después del chisme, y con el cuento presente que Olda era más loca que nadie, fuimos a visitar a mi prima. En algún momento de la charla, surge el tema de todos los bienes y negocios que poseía el señor en cuestión, y entonces se me ocurrió una idea ridícula: “Quizás ese señor pueda resolverme, sería bueno tener un novio con plata”. Aunque jamás me falto nada, y mi mamá nunca dejo que vistiéramos mal o algo por estilo, yo concebí esa posibilidad ridícula. Con una excusa tonta le quite el teléfono a mi primita (la hija de mi prima casada) y memoricé el número de su tío.
Algunos días luego, y con la idea ridícula aún dándome vueltas en la cabeza, le envié un mensaje de texto (compréndanme aún era estudiante y ustedes saben como son las finanzas personales en esa época):
—“Hola, no me conoces, pero me gustas mucho y me gustaría conocerte”
—“En serio y donde me has visto?” —fue su respuesta.
—“Siempre te veo por la urbanización donde vives”
No me respondió más. A los minutos me llamo. Con nerviosismo tome el teléfono:
— ¿Alo?
—Hola es Olda… Me enviaste un mensaje hace unos minutos.
—Ah si… Lo que te dije es cierto.
— ¿Pero de donde me conoces?
—Siempre te veo en un café —mentí y le dí el nombre de un café que había frecuentado por esa zona en unas vacaciones pasadas.
— ¿En serio? Pero eso lo cerraron hace años…
No puedo decirles lo nervioso que me puse, de mi respuesta siguiente saldría si había corazón o no… En su ambiente, mentir es grave:
—Pero te vi hace tiempo… No supe más nada de ti, después que cerraron ese café… Conseguí tu número por medio… Bueno no te puedo decir quizás después te cuente…
Segundos de tensión. ¿Lo habré convencido?
—Ah entiendo… Bueno ¿Y que mas?
Victoria. Hablamos muchas cosas. Su voz era agradable y tenía una conversación muy amena. Parecía ser un hombre muy recorrido. No había silencios incómodos. Luego de varios días, me invito a merendar…
— ¿Me aceptarías un café?
—Con gusto… ¿En donde?
Me invito a un lugar que por aquella época estaba IN en Valencia… Quedaba cerca de aquel café donde lo había visto y, le dije que si sin pensar… Pero se me avecinaba un problema… Yo vivía al otro extremo de la ciudad, no tenía mucho dinero… ¿Y si las cosas no marchaban bien? Al final resolví con la extensión de la tarjeta de crédito de mi mamá. Cuando llegue al sitio Olda estaba esperándome en una mesa para dos. El lugar parecía discreto, nadie se me quedo observando al entrar (o al menos disimulaban, llegue a suponer que me verían como algún outsider a su sitio de moda)… Como ya conocía al señor en cuestión, fui a su mesa directamente…
—Hola —lo saludé.
— ¿Supongo que tu eres…?
—Ese mismo…
Segundos de tensión… Me detallo por unos momentos… ¿Será que no le gustaba mi ropa? Había pensado en emperifollarme más, pero no me pareció apropiado para la hora de la cita (4:30) ni para el lugar, siempre he pensado que menos es mas… Llevaba simplemente una Chemise de Algodón (Tommy Hilfiger), color crema con rayas rojas y azules muy simples, un jean prelavado de la misma marca y unas botas marrones hi-tec… Como no tenía un reloj más caro, deje el mío en casa, tenía la equivocada idea que el se fijaría primero en mi ropa (¡Que tonto era en esa época!)…
—Bueno pero no te quedes ahí, siéntate…
¿Y si me reconoció? Probablemente me había visto cuando yo era más niño, y se acordaba de mí…
—Tienes el cabello muy bonito —me soltó de repente, mi cabello es semi largo, negro y muy liso— ¿Nos tomamos el café? —Y le hizo una seña al mesero, que aparentemente lo conocía.
No recuerdo todo lo que conversamos. Fue una plática muy amena, en cierto momento y luego de 2 cafés y algunos dulces me invito a su apartamento. Sentí ganas de ir al baño. Por supuesto que no estaba preparado para esa invitación, pero Olda rondaba ya los 40, por lo que debí haber supuesto que de llamarle la atención algo así iba a pasar.
Mientras iba en el carro con el, estaba hecho un manojo de nervios, trate de disimular todo lo que pude, pero estoy casi seguro que lo noto, pues a momentos soltaba risas como para el mismo… No puedo decirles mucho del apartamento, recuerdo muy poco, pero evidentemente el señor tenía muy buen gusto, era tipo estudio, decorado con un estilo minimalista impecable, y tenia hasta un bar muy acogedor. Se las dio de experimentado al ofrecerme un cóctel que el mismo preparo, pues el bar estaba bien equipado. Yo que ya no estaba coordinando bien mis ideas y apenas podía contener mis ganas de ir al baño (a hacer Nro 2 para los que tengan dudas, y no por la merienda, sino por los nervios), lo observaba distraído… El cóctel era una bomba, tenía mucho licor y sabia a algo parecido al níspero (no se nada de esas bebidas). Era obvio que quería rascarme, pues el bebía a grandes sorbos, como intentando que yo hiciera lo mismo… Hasta que llego el momento, una escena que recuerdo como si fuera ayer, y una frase que aún resuena en mis oídos:
— ¿Vamos al cuarto? —Me pregunto, haciéndome sentir como en una de las tontas películas que veía siempre…
—Esteee… —y me quede pegado así, estaba totalmente fuera de mi…
— ¿Me vas a rechazar?
—No estoy preparado para estar contigo…
— ¿Eres virgen?
—Esteee…
—Si eres virgen puedo ayudarte con eso…
No me deje ayudar, le dije que me tenía que ir, y entonces el hombre seductor, que vestía y franela gris un poco brillante, y demasiado ceñida para mi gusto, me espetó:
—Fue un error haberte traído, siempre me han dicho que el que se mete con muchachos sale c@g@do...
Y se me quedo mirando, y yo con toda la pena del mundo, sin saber que hacer, creo que susurre algo ininteligible que sonó a me voy… y el siguió indiferente, como que si ya no hubiese nadie en frente de él…
No puedo decirles todo lo que me costo agarrar un taxi… El edificio estaba ubicado en una zona desértica, donde al parecer todos sus habitantes tenían carro… Me sentí horrible, como el tonto más tonto entre todos los tontos del mundo… Fue una oportunidad perdida, en mi ya creciente record…
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¿Quieren saber como era Olda? Era alto, con unos rasgos toscos, típicos de la gente con ascendencia italiana, y vestía un poco “queer”, franela de mangas cortas, gris un poco brillante, y muy ajustada, pantalón también algo ajustado, y creo que unos zapatos negros. Tenía un torso musculoso y manos grandes… Creo que se adaptaba al esteriotipo de musculoca… Fin del cuento.