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Comodidad

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Así puedo definir como me encuentro en este momento. Salgo cuando me da la gana y con quien me apetece. No tengo un perro que me ladre y no lo necesito.

Al menos eso es lo que pienso, pero hoy se me ha metido la idea en la cabeza de que tal vez simplemente estoy acostumbrado. Ya no me asusta ir por mi cuenta a alguna parte, de hecho, me sorprende cuando me dicen “Yo no podría ir al cine o almorzar sólo” y ahora eso constituye uno de los grandes placeres de mi vida. Sentarme en algún lugar que me guste y no pensar en nada más que mi comida. Ir al cine y concentrarme en la película, no en quien está junto a mí. Sin pensar si le caigo bien, sin pensar si fue buena o mala idea ir al cine, sin preocuparme por qué aún no ha intentado abrazarme. Me rió cuando me dicen que es patético, y los veo metidos en su teléfono cuando están con sus “amigos”. No gracias, no necesito fingir.

No tengo que preocuparme en arreglarme demasiado o verme de alguna u otra forma por qué no me veré con nadie ese día, a menos que yo decida lo contrario.

No me importa quedarme todo el día en casa y disfrutar el placer de no hacer nada, porque nadie me reclamara por ello.

Si engordo será porque yo lo quise así y no porque nadie me insta a que me veré mejor de esa forma.

Se siente bien la comodidad y la ausencia de drama. Lejanos quedaron esos días penosos donde no hallaba como deshacerme de alguien o alguien pensaba en deshacerse de mí.

Por otro lado despierto el domingo y la almohada que no uso esta fría. Ouch, duele un poco, pero tal vez se calentara luego. Llamo a una amiga a ver si quiere desayunar conmigo y olvido a la almohada por esta vez.

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Fiesta de la superación

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Aquel sábado de aterrizaje como lo había definido yo en ese momento, no quería hacer mas nada que dormir y olvidarme de todo. Sin embargo me había comprometido con Taleb para ir a su cumpleaños. Solucione sin mayores contratiempos mi vestimenta (Quienes me conocen o me leen desde hace mucho tiempo, saben lo problemático que resulta esto para mí), y salí directo a su casa.

Apenas llegue me di cuenta que había cometido un error: Desperdicie mi camisa favorita (me refiero a ensuciarla en vano) para acudir a un evento más familiar de lo que pensaba. En pocos segundos fui presentando, a tías, primos, tíos, primos segundos y no sé qué tanta gente más, toda muy similar entre sí. Debido a que en fechas recientes un mosquito caprichoso se antojo de mi sangre y me dejo una enfermedad tropical, no podía tomar alcohol para lidiar con la situación, sólo podía intentar sufrir un coma diabético a base de refrescos.

Me atrinchere cerca de los pasapalos ya que una intoxicación podría ser también una buena excusa para escaparme. Rápidamente note que junto a mí tenía a alguien familiar, que aunque sólo había visto en fotos, reconocí enseguida: El novio de Taleb. Nunca me pareció especialmente guapo, pero en vivo ganaba uno que otro punto. Además lucía bastante rudo. Para no parecer insocial, converse un poco con todos, hasta que acepte que no iba a tener ningún coma: Recordé que en mis exámenes había salido con la azúcar baja, así que lejos de estar haciendo algo malo con mi cuerpo, estaba haciendo lo correcto: Comer.

Entonces la verdadera fiesta comenzó: De repente toda la familia estaba en una esquina y nosotros (los gays) en otra. La familia comenzó a preguntarle a Taleb por mujeres que aunque yo no conocía, supongo eran usadas como coartada para ocultar su sexualidad. Súbitamente me vi involucrado en una especie de interrogatorio disimulado, donde mis jeans arremangados y mis medias de colores jugaban en contra de mi amigo. Me sentí mal por él. Poco podía hacer yo más que explicarle que una vez confirmada a su familia su orientación sexual, las cosas irían mejor y no sucederían mas esos vergonzosos episodios donde básicamente y a juzgar por su rostro, creo que se le bajo la tensión, y sudo a pesar que el clima estaba muy frio por la lluvia incesante.

―Así que conociste a Gerardo ―me dijo cuando por fin estuvimos a solas en la cocina, lejos de la inquisición.

―No se diferencia mucho de las fotos ―mentí―, supongo que tienen algún plan hoy ¿No?

―No lo sé, mi familia está aquí, y creo que esperan que no salgamos o que amanezcamos aquí.

La sola idea de pasar por otro interrogatorio policiaco a una hora indeterminada de la madrugada me hizo reaccionar, y rápidamente desarrolle un plan.

Al sentarnos de nuevo entre las mesas, pregunte en voz alta cuando nos íbamos. La mamá de Taleb me miro de hito en hito, pero yo como si nada, dije que teníamos que ir a un lugar para que mi amigo rumbeara como se debe el día de su cumpleaños, con una música a volumen apropiado.

Luego de cosas aparatosas que no vale la pena contar, finalmente estuvimos en la puerta:

―Jorge tú te vienes conmigo ―murmure―, deja que Taleb y Gerardo se vayan solos en el carro de él.

Mención especial merece el hermano de Taleb, quien no paro de preguntar “Para donde íbamos”, de una forma extraña. No supe identificar si se quería unirse al plan, o sólo era parte del comité interrogador. Tuve que contener la risa cuando luego de la tercera vez que pregunto, me llego la imagen de Taleb y Gerardo en algún sórdido hotel de la Av. Bolívar y pensé “Si supieras”.

De manera que; cuando cruce en mi vehículo en forma imprevista y le mande un mensaje a Taleb (que ya tenía escrito) diciéndole que yo iba a llevar a Jorge y luego me marchaba a mi casa para que pasara su cumpleaños como se debe; interprete el gracias que recibí como respuesta como una señal de que hice lo correcto.

Quizá Taleb no lo sepa aún pero llevar a su novio, y tener el coraje de marcharse con él en frente de toda su familia, es un paso adelante para su liberación.

Al llegar a casa dormí feliz.